«NO ME GUSTA ESE CHICO» RELATO DE FICCIÓN SOBRE ACOSO ESCOLAR

“No me gusta ese chico” es un relato de ficción sobre acoso escolar que refleja un modelo de relación amorosa entre adolescentes basada en el control y en el abuso por vía digital, incluyéndose el chantaje por sexting. 

Por Angie B. , para Sociograma.net, de BuddyTool 

Mientras volvía a casa en el metro, María iba repasando mentalmente en la cabeza la última conversación con su amiga Bea. “Venga, que lo vas a hacer bien, tú tranquila”, “tú puedes, amiga”, “te mereces lo mejor, que esto no es vida…”  Habían quedado en el parque de siempre, a hacer lo de siempre:  hablar de sus cosas y comer pipas. 

En ese parque siempre había corrillos de gente; muchos grupos de adolescentes como ellas, que iban ahí a pasar el rato.  Comenzaban los chicos por un lado y las chicas por otro, pero se terminaban juntando casi siempre. Lógicamente uno iba ahí “a ver”.  A ver qué se cocía, quién estaba con quién, si alguien se enrollaba…  A veces se organizaban botellones y se iba aquello un poco de madre, sobre todo los viernes por la tarde.  Por la noche lo cerraban precisamente por eso, pero aún así de vez en cuando se colaban algunos grupos.  “Ya hay que ser macarra”, comentó una vez con Bea,  pero al parecer era una práctica más habitual y cercana de lo que se había imaginado en principio.  “Qué va, pero si va medio insti”, le confirmó.  En todo caso ella pasaba de líos porque, según tenía entendido, la policía en más de una ocasión se había llevado a gente detenida.  “¿Te imaginas que te detienen, tía?”, se reía. “Ahí, a mitad de la noche, llamando a tus padres desde la comisaría…  Yo paso”.

Ella no era así.  De todas sus amigas era considerada la pija del grupo.  Pero en realidad era simplemente algo más obediente que las demás, y con un sentido de la responsabilidad y de las apariencias mucho más acusado.  “Yo, comprenderás, que no me la juego con mis padres.  Si me dicen que llegue a una hora, pues no me queda otra”, se justificaba ante las demás.  Y lo mismo pasaba con la ropa y con otras muchas cosas. Tenían que pasar por el filtro parental, que desde luego no aprobaba ni los piercings ni enseñar el ombligo o ir “toda apretá”, como decía su madre, alegando que era una ordinariez.  Pero hecha la ley, hecha la trampa, y el tema de la ropa y el maquillaje se resolvía en los baños públicos. 

Algunas cosas tenían fácil solución, y luego estaba el tema de Jorge.  Sin saber cómo, se había metido en una espiral de la que no sabía salir.  Le quería pero aquello ya pasaba de castaño oscuro: su inestabilidad, sus malos modos, sus exigencias…  Estaba agobiada y es que no la dejaba ni respirar.  Ya era un control excesivo a todas horas: cuando no la estaba esperando en la puerta de casa la estaba vigilando en redes sociales o en WhatsApp a ver si estaba activa, a ver si estaba hablando y con quién.  “¿Y con quién hablabas anoche a la una de la mañana?, ¿y por qué no me contestas y me dejas en visto?”

Entre los más jóvenes el machismo se expresa actualmente a través de la violencia digital y el excesivo control de la chica por parte del chico

 

A lo de Jorge tenía que ponerle freno pero ya, porque además en su casa ya empezaba a cantar que ahí pasaba algo.  Aún no lo había presentado a sus padres, por lo que, oficialmente no era Jorge sino “ese chico”.  “¿Oye, y ese chico a qué se dedica?, ¿va a tu colegio?”, le preguntaba su madre.  “No me gusta que salgas a estas horas.  Tenéis toda la tarde para quedar, ¿por qué no salís antes?”  “¿Y tiene coche este chico? Nada de beber, ¿eh?”  “Hija, cada día estás más rara, ya no me cuentas nada”.  Y menos mal que era “ese chico” y no tenía nombre, porque un día sí y otro también, era tema de conversación en casa.  A medida que iban notando que ella se deprimía y se aislaba de ellos y de sus amigas, sus padres se comenzaron a preocupar.  Y es verdad que Jorge era como  muy controlador, pero decía que era porque la quería mucho, y por eso quería que estuvieran siempre juntos y solos.  Durante los dos meses que llevaban saliendo ella no había dejado nunca de quedar con sus amigas, aunque sólo Bea sabía lo del control y todo eso. Por eso aquella tarde en el parque entre las dos decidieron que aquello tenía que terminar, y urdieron un plan.

Un novio acosador tratará siempre de:

-Alejar a la víctima de sus amigas y familiares

-Aislarla socialmente

Como resultado del control y del abuso por parte de su novio, la chica comenzará a sentir confusión emocional, seguida de episodios de ansiedad y depresión

La idea era decírselo aquella misma noche.  Siempre hablaban después de cenar: whatsappeaban un rato, se enviaban fotos, hacían una videollamada o una combinación de todas esas cosas.  Aquella noche le mandarían un mensaje proponiéndole hacer un FaceTime a una hora determinada.  Y entonces se lo diría:  que ya lo quería dejar, que aquello no era vida y que eran muy jóvenes todavía para estar así.  En su esquema, seguirían siendo amigos y más adelante, quién sabe lo que podría suceder.  Además, “ella seguramente se fuera a estudiar fuera” y blabla…  Razones desde luego había y muchas.  Aunque sabía que no sería fácil, que él se retorcería y pasaría por varias fases:  desde la condescendencia hasta la agresividad.  Y así fue.  El “anda, tonta, ¿qué dices, con lo que yo te quiero?” terminó en “eres una guarra y te voy a hundir la vida”.  Y lo peor es que lo podía hacer.  Tenía todo el material del mundo: fotos, vídeos, audios…  A los diez minutos de conversación, él le mandó 15 Whatsapp recordándole todo lo que habían estado haciendo últimamente por las noches antes de dormir.

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